Vivo arrastrando los pies, a la merced de las sombras de aquello que me impide ver al sol. De hacer y tener que hacer algo distinto. La calle saboreando mis huellas condimentadas con la dulce culpa; sabe que no disfruto de hacer eso que quiero hacer, me come, me come, me come. Me tira contra la cama y me presiona, ahoga. Se lleva mi aire y capacidad motriz. Adoro tus manos, porque sin ellas no podría ni la mitad de las cosas que me propongo; me hundiría hasta la desnutrición. Sé que te hablo de mi "no-acción" y vos me hablás de tu "algo-habemus-hecho. Lo hicimos todo". Tengo miedo, es de tu conocimiento el hecho. Terror a arrastrarte en este hundimiento, por mucho que intentes desesperadamente arrancarme de mi lecho de agonía depresiva. Tengo miedo de contagiarte esta enfermedad tan despiadada, y apagar tu luminosidad tal como pasó con la mía. No quiero morderte como lo hago, pero a veces los besos me salen demasiado fuertes, y te perforan la piel, atraviesan tus huesos y se hunden en tu (inserte órgano donde cree residen los sentimientos). No alcanza la Gramática Universal para describirte la sinapsis que te dedico; no alcanzaría, en caso de existir, un papel con la superficie del mundo conocido y por conocer, para plasmar en el, toda la grandeza que tenés a mis ojos. No alcanza el tiempo que creo no tener, para agradecerte darte(nos) otra oportunidad. Te cronopio.
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