Uh, nos vimos. Es incómodo para ambos, pero ¿Por qué?
Porque vos antes estabas en el patio, y yo también. Eras el amigo de la vegana que insistía en que los de su clase debían morir en una especie de venati
- Pero no sería entretenido, porque no mataríamos al león, ni siquiera lucharíamos contra él.
- Entonces tendríamos que colocar a toda su familia dentro del Coliseo y que la caza sea con ellos
Yo soy la pintada linda que, como los gatos, puede dormir en cualquier rincón. Por alguna razón nos notamos, nos estudiamos, y nos archivamos. Nos espejamos en miradas, y por eso sentimos la imperiosa necesidad de hacerle saber al otro de ese conocimiento.
Luchamos contra eso, inmersos en la plena consciencia de que es inmoral e incorrecto. Ambos lo sabemos y luchamos, luchamos, porque sabemos que el otro sabe y que el otro quiere y necesita como yo, pero el primero que se deje es débil. El primero en actuar es un freak y el inteceptado lo rechazará, aunque lo sepa.
Entonces subimos y yo creo con ilusiones de niña que todo se termina. Ahí hay algo que no sabía, pero que vos sí (primera deconexión).
Porque me escurro con dificultad entre la masa conglomerada de cuerpos acalorados, intentando un lugar. Lo encuentro a duras penas, y me apropio de ese espacio, dando por zanjada la cuestión. Pero venís.
Vos, tu coliseo, y esa completa sed de aniquilación de la paz ajena. No es el hecho de aproximarte sin más; te aproximás sabiendo, probando. Y así me rozás, tu codo contra el mío diciendo "Dale, a ver quién aguanta más". Ya sé que vos sabés, y ahora sabés que yo sé. "Dale, a ver quién se la banca hasta el final". Por supuesto esa no soy yo. Diviso un hueco en el piso y lo ocupo con el fin de una siesta. Así tal cual como los gatos.
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