sábado, 7 de marzo de 2015

Nunca quisiese lastimartenos

Entonces, tomo firmemente la soga con ambas manos y comienzo a danzar al ritmo de su penduleo, disfrutando abiertamente del compás. Me desnudo capa a capa de la piel, porque escalar esta soga me deja vulnerablemente libre, y canto a las cigarras que querés vos compañero, pa cuando vengas conmigo. Pero veo el fuego.
Nace en la punta de la punta de los dedos de mis pies, y repta levemente. El miedo me carcome los huesos de adentro para afuera, y de afuera para la nada. Sin querer realmente quererlo, suelto la soga.
Se inicia el tira y afloje y me desoriento considerablemente. De pronto, y sin ser consciente, estoy escalando en el sentido contrario, descendiendo. Yo misma en este afán de protegerme del fuego, voy dejando la huella humeante de mis pies, quemando cachos de soga.
 Si no quiero destruir esta soga que tantas alegrías me dio, debo hacer la gran Tarzán y balancearme hacia otra de definitivamente peor calidad.
Y todos felices comiendo perdices. Ojalá esta próxima soga por venir, me termine por ahorcar.

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