Café, ¿Estás ahí?

Geremías:
Es muy probable que no leas esto, es casi imposible que lo leas, pero prefiero arriesgarme a correr el peligro de que las probabilidades se tomen vaciones y decidas por algún raro deseo pasarte por acá, para que tus ojos caigan sobre esta aglutinación de palabras, y que, por alguna otra casualidad maravillosa, le encuentres algo de sentido a lo que escribí.
No tengo ni la menor idea de por qué razón no puedo eliminarte completamente de mi cabeza. Me hice millones de planteamientos, hipótesis, supuestos, pero no puedo encontrar el fondo del asunto, la cuestión que me ata a recuerdos de sensaciones, frases y sentimientos tan inútiles e infértiles como lo pueden ser.
  No es que me arrepienta del lugar en que estoy, del camino que tomé, ni siquiera de lo que dije. Tal vez habría sido mejor no mertirte(me) tanto, pero no es algo de lo que me arrepienta. Quizá en este mini ensayo vos puedas captar aquello que está tan neblinoso para mí.
 ¿Que por qué te escribo? Y, porque te lo debo. Te debo muchas cosas-algunas de las cuales no te gustaría enterarte-pero principalmente te debo una explicación.
 Lo más seguro de todo es que pensás que tengo alguna especie de transtorno mental que no me deja tomar decisiones o tener pensamientos propios. Probablemente pensás que no sé qué quiero, y que no puedo tomar resoluciones con respecto a eso. Que tengo alguna especie de fetiche por las relaciones escabrosas y las palabras mudas. Y no, detesto ese tipo de relaciones, huyo de ellas todo lo que puedo. Y tan sólo soy una víctima de aquellas cosas que dicen y no dicen; se internaron en mi cuerpo, pusieron sus huevos y lograron que nunca puediera hablar realmente, sólo vomitar términos y fraseología barata.
 Quiero ser breve, pero no puedo, otro síntoma de mi única e in-nominada enfermedad.
 Te quise.

 Querer no es simple, querer es fuerte.
 El día que decidiste volver a hablarme luego de nuestro "común acuerdo" (super unilateral), el mundo se me venía abajo. ¿Qué te había dicho? ¿Cuál fue mi único pedido? ¿Ni siquiera valía lo suficiente como para que respetaras mi última voluntad?
 Te dije simplemente que me buscaras cuando estuvieses perdido, cuando no supieras cómo seguir, ni a dónde ir. Cuando sintieras que mi voz cumpliera la función de hilo de Ariadna, y te sacara un ratito del laberinto para tomar un poco de aire veraniego y mojar los pensamientos de la misma forma en que uno moja los pies en una sencilla fuente del Parque Centenario.
 Y sin embargo, el único motivo por la cuál te comunicaste conmigo, fue por tu pobre ego herido, tu pobre escencia suceptible que se vió atacada por los lamentables sentimientos despechados de una niña que repentinamente se hayó abandonada por las circunstancias.
 Mi bronca, en ese entonces acumulada, se fusionó con mis preocuaciones y dolores, y formó una mezcla ergrumosa de pura mierda. Eso fue lo que vos leíste hace ya rato.
 Te escribí cosas tan incoherentes... y no es que no supiera qué escribir.. es que quería decirte algo, y tenía que decirte otra cosa. Junto con lo que esa bola de materia putrafacta formada por mis malos momentos insistía en expresar, se armó un engrudo incompresible de contradicciones y lamentos patéticos, que ni abrieron un principio, ni cerraron en un fin.Y todo eso en una simple conversación vía Whats app (dichosa sea la puta tecnología).
 No planeo llegar a nada con esto. Tan solo no me gusta dejar cosas pendientes, ni gente pendiente. Y tal vez, esto ayude a borrar.


                        Decididamente Pamela tomó la carta y la transformó en un muy elaborado bollo de papel que reposaría en el tacho por siempre.