Domesticado.
No debiste haber huído, debiste haberte quedado, haberte rendido. Haberte quedado en sumisión, como yo lo estoy en este mismo momento. Cosas que no quise hacer, movimientos inoportunos, odios infundados. Amargada está mi escencia.
Un vez alguien pidió ser domesticado. Pero ese era un zorro, una zorra. Yo soy de otra especie. Yo no lo pedí, pero lo acepto. Lo acepto ahora, a la luz de tu piel pálida y fría. Lo acepto ahora que sos nada.
Viniste sola; ¡Eso nadie puede negarlo! El que lo niegue...
Pero te fuiste sin querer. Juro que fue así. ¡DEBISTE HABERTE RENDIDO!
No me pienso hacer cargo de un error tuyo. Conocías mi fuerza, y vos en comparación sos una pequeña ramita.
El día se enciende nuevamente. La mujer de dorados cabellos decidió por fin correr la cortina oscura. Peor.
Un vacío en el pecho se extiende. Es marea, es tormenta, es aluvión. Hablando de eso...
¿Qué sos vos ahora? Alguien alguna vez me dijo que despues de ser algo, y pasar a ser nada, la metamorfosis culminaba en el todo, perteneciendo de pronto al universo. Siendo en el universo, como también siendo el universo...
Me aplasta la luz. ¿Qué? Me aplasta la luz.
¡Basta! Dijiste vos. ¿Cómo no iba a callarte? Tonta, podían escucharte.
Piel de luna. Antes eras piel de rosa. Siempre fuiste pálida, pero ahora me das miedo. Viéndote me pregunto: ¿Qué me gustó de vos? Estás re fea. Y tenías una voz muy chillona, me di cuenta ayer. Por que ahora es ayer. Antes era hoy, pero ahora es ayer. Que loco. Ayer reías. Hoy callás.
El tema acá y ahora -no ayer; ahora, hoy-, Estás fría y puedo morir por eso.
Un destello llama mi atención. Es el reflejo de algún intrépido rayo solar sobre tu aro. Eso me lleva a apreciar tu cara. Es raro, pero ahora me acuerdo de que fuiste hermosa. Realizo por fin de que valdría la pena morir entre tus brazos.
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Han pasado horas. No dejé mis pies. Qué lástima, pensé que la mano helada del invierno podría robarme el último suspiro. Pero es otra mano ahora la que aprieta mis órganos, es una mano que me apremia, me induce, me llama a quedar saciado. Tengo hambre.
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Al fin y al cabo no eras taaan preciosa. Vuelvo a recordar tus gritos y siento una oleada de asco. E igual, la mano maldita no me suelta el estómago. Naúseas mediante, sigo deseando tu carne. De forma distinta, obvio.
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Por lo menos, sabías bien.
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