Un universo acelerado en marron, miles de brazos chocando. Una taza rota reflejando dos ojos enormes y marrones. Una caida interminable. Un espiral absorbente; una conciencia muda.
El mundo de Iris giraba, con el objetivo claro: el vacio. Una busqueda que nunca habia comenzado, pero si habia terminado. La parca abrazada a su cintura, las sombras de la culpa colgadas de sus orejas. El odio blanco y puro por fin satisfecho. ¿Estaba feliz? Si. Qué bien se sentía la vida en las manos. Qué bien se sentía ser la que cortara los hilos; era ella el puma que rugía, quién vestía la piel de lobo dentro del Aita, Y también era ella Ammyt, y había devorado un corazón. Un corazón de puta, un corazón que quisiera devorar una y otra vez.
Hacía ya varios minutos (¿Horas?) que estaba pasmada mirando fijamente aquella figura en el claro y envejecido empapelado de la oficina, como si pudiera perforarla con sus ojos. Una marca provocada por el paso del tiempo, pero que sin embargo había aparecido ahi de pronto, para atormentarla. Y ahora sus ojos turquesas eran incapaces de apartarse de aquella figura marrón, que se asemejaba tanto a un par de ojos hermosos que nunca volverían a abrirse... o a cerrarse, porque en realidad habán quedado abiertos, muertos, mirando el cielo razo de su comedor.
- ¡Iris!- Una voz con un tono tímido pero cansado. Cansado quizá de llamarla.
Casi sufre un infarto debido a la brusquedad con que fue sacada de su ensoñación. Tuvo la terrible sensacion de que girar su cabeza era una accion eterna. Su puerta, claro. Dónde más. Tardó varios minutos en poder enfocar por fin el rostro; sus ojos tercos querían seguir mirando la figura, temiendo que desapareciese de pronto. Cubriendo toda su visión del exterior se hallaba una silueta alta y desgarbada, de ojos enormes e inocentes, cargando con el peso de una multitud de papeles desprolijamente acomodados sobre sus largos brazos. ¿Leonardo? No. Fernando.
-Fer, perdón, no te oí llegar. ¿Qué necesitabas?- Se sorprendió de su habilidad para reaccionar instintavamente, ya que no tenía ni la menor idea de qué había dicho.
-Fran, de Francisco.-
-Perdón, ¿Qué?- Decidió olvidarse de la maldita mancha, y tratar de concentrarse para poder entender al menos una de las palabras que el joven le había dicho.
-Que Francisco, me llamo Francisco. Pero la mayoría me dice Fran. Igual no te aflijas, mucha gente se equivoca.- Y se la quedó mirando. Dale nene, dale. ¿Qué mierda querés? Decímelo...
-Entonces...- No le interesaba en absoluto lo que tenía para decirle, ya sabía qué era. Pero su precencia empezaba a incomodarla; que le diera el telefono de una vez y se fuera.
-Ah, este, perdón, disculpe, ando medio colgado ultimamente- Le dedicó una amplia sonrisa de dientes brillantes. Como se nota que recién llegás.- Tenés... tiene una llamada de su hermana, Pamela.- Alargó su brazo derecho con el que sostenía el teléfono, mientras que trataba desesperadamente que los papeles en su otro bazo no terminaran en el suelo.
Por fin.-Gracias Fer- Dijo, tratando además de imitar su sonrisa.
-...De nada.- Y se retiró por fin de su oficina.
Con la vista fijada en la puerta, colgó el teléfono.
Del otro lado se oyó el ruido de papeles encontrándose rápidamente con el suelo, y un sin fin de puteadas.
Trazó nuevamente con sus ojos el recorrido hacia la mancha, y volvió a perderse en el placer de la realización
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