Iris se levantó esa madrugada con el mismo dolor abdominal que la venía acompañando las últimas semanas. Se dirigió al baño y allí se peinó, igual que todas las mañanas, con su flequillo liso de costado y el resto de su pelo trenzado. Al igual que toda las mañanas, este peinado no la convencería y se terminaría soltando el pelo.
Estiró su cama, abrió las persianas, y preparó su desayuno. Leyó un artículo del diario que el dia anterior no había terminado, y al finalizar su lectura regresó al baño. Se miró en el espejo, exactamente como todas las mañanas...
Iris es igual que todos los demás: tiene dos ojos, dos brazos, dos piernas y una nariz. Iris tiene sueños, como los tienen todos los demás, como yo, como vos. Iris tuvo una vida de éxitos y de fracasos, y en sus escasos 25 años, vivió millones de experiencias que le dejaron más enseñanzas morales que arrepentimientos. Únicamente tuvo dos parejas estables. Decidió no volver a tenerlas después de cumplir dos décadas de edad; no llevaba una vida que le permitiera darse el lujo de mantener una relación.
Tiene el pelo negro y unos ojos de color turquesa que han hecho suspirar a más de uno, y se comentaba en su pueblo que hasta alguien había muerto por la culpa de estos.
Es linda, pero no es hermosa. Tiene una belleza promedio que con el uso maquillaje puede deslumbrar.
Su hermana era hermosa. Ya no lo es más.
Termina de verse en el espejo, acción que realiza todas las mañanas, y se higieniza completamente. Decide posteriormente cambiarse. Entra en la habitación y abre su armario buscando su uniforme. El olor de carne en descomposición la obliga a dar vuelta la cara.
-Si te vieran ahora, toda olorosa...- Murmura con una mueca de desagrado.
Una vez cambiada emprende viaje a la oficina, donde volverá a vivir otra tarde como las demás.
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